En octubre de 1813, Marcelino se traslada al Seminario Mayor en Lyon, acontecimiento que su padre no pudo disfrutar por haber fallecido meses antes. Marcelino tuvo especial devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. El Rosario era su práctica mariana predilecta. Lo rezaba diariamente. Su predilección eran los niños con los que convivía y entretenía con amenas charlas.
Era tal su dedicación que cae enfermo hasta el punto de abandonar sus estudios y regresar a casa a recuperarse. Pasado un tiempo y ya en recuperación Marcelino regresa de nuevo al Seminario.
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