Cuando Marcelino tuvo la edad de trabajar fue iniciado en los trabajos de la granja, formación que más tarde supo sacar provecho. Su padre, para estimularlo en los ahorros, le regaló unos corderitos, que gracias a su habilidad como comerciante en la venta de éstos y por el hecho de estar asociado a sus hermanos, se pudo ahorrar un pequeño capital de 600 francos, suma importante para esa época.
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