Marcelino tuvo serias dificultades durante los primeros meses que siguieron a su ingreso al Seminario por su carácter extrovertido. El mismo Director le llama fuertemente la atención y su madre lo cubre de consejos. Durante esos primeros meses un muy buen amigo suyo fallece de manera repentina. Pero poco a poco, Marcelino mejora en todos los aspectos y es apreciado por todos, por lo que sus superiores le dan el encargo de ser el vigilante de los dormitorios, lo que le permitió estudiar más por las noches. Trabó muy buena amistad con los mejores de sus compañeros, entre los que se encontraban: el futuro Cardenal Donnet, el Venerable padre Colín, y el célebre Cura de Ars, San Juan Ma. Vianney.
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