Aunque dotado de poca inteligencia por haberse iniciado tarde en el conocimiento de las letras, le costó algo el estudio pero salió adelante y, pese a la opinión contraria de su familia, de algunos amigos, maestros y otras personas, opta por llevar adelante su propósito de ordenarse sacerdote,
«…porque Dios así lo quiere».
Decidido su ingreso al seminario, se imponía una adecuada preparación. Sus padres lo confiaron a un pariente cercano para que lo preparase en lectura y asignaturas básicas, pero el primer informe que se dio al año sobre sus capacidades fue desalentador: «Marcelino tiene pocas aptitudes». Tirarán su dinero y tiempo». Aún así Marcelino insistió. Los hermanos encontraron muy altos los gastos que el Seminario exigía y trataron de disuadir a la madre no consiguiéndolo pues Marcelino dijo que los gastos » los puedo sufragar yo con mis ahorros». Obtiene su ingreso al Seminario de Verrières el mes de octubre del año de 1805. Tendría entonces 16 años.
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