No todo fue fácil y sencillo. Hubo oposición y en serio. Al ver que se dedicaba más a construir escuelas que a su función de sacerdote, lo tacharon de loco y lo acusaron a las autoridades al punto de culparlo de esconder armas en la casa de la comunidad. Dura prueba de la que salió bien y que le trajo la amistad del Arzobispo de Lyon. Poco después hubo otra prueba aún más seria: Ya con 10 escuelas, Marcelino las quiso visitar todas por lo que el cansancio lo debilitó hasta ponerlo al borde la muerte. El desaliento empezó a cundir y las deudas a aumentar. Es el párroco de Saint-Chamon quien se hace cargo de las deudas, evitando así el cierre de las escuelas.
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