Repuesto de su enfermedad, Marcelino reprocha a los que tuvieron poca fe en la Santísima Virgen María de quien decía: «Todo lo ha hecho entre nosotros». Admitió a los hermanos a pronunciar sus votos religiosos lo que le dio definitiva organización y vitalidad a la Congregación de los Hermanos Maristas de la Enseñanza. Queriendo consolidar su obra, logra no sin muchos esfuerzos y obstáculos de tipo administrativo, la aprobación Papal para su congregación. Una vez recibida la Sociedad de María o Padres Maristas dicha aprobación, se les encarga la evangelización de la Polinesia (Oceanía).
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